Máquinas furiosas se levantan de sus
tumbas. El hierro se caía a pedazos. Rastros de herrumbre roja y amarilla
detonaban hacia los cielos. Los tornillos y alambres gritaban implorando piedad,
el hombre había cambiado su esqueleto por una nueva chaqueta de cuero.
Cuando vagaba por las calles me encontré
de cara a él. No tenía rostro, no tenía aroma, su piel sudaba color negro. Sus
cuencas sólo tenían palabras que rugían con hedor imponente.
No necesitaba hablar, no podía, su
lengua había sido atrapada por sus testículos. El vello se encarnó en ella. Sus
tripas retorcieron el trayecto, desviaron el agua.
La cremallera estaba
arruinada. Ahora lo que queda de él, es sólo aquella chaqueta que con tanto
orgullo portó y que una antigua pareja le regaló.
Ahora es nada, el polvo que dejó se ha
perdido en los poros que lo succionaron con voracidad. Camina invisible porque
ha olvidado aquello que prometió para el futuro.
Su palabra ahora es la mía.
MIRANDA3X86. Bitácora de Caminante Contaminante. 2015
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