Nunca conocí un ángel mientras estaba estacionado en la Tierra. Era un
lugar misterioso hasta cierto punto. Uno podía salir a caminar durante el
almuerzo, tener apoyado en el estómago todo lo que iba a consumir y aun así, no
quedar satisfecho. Engordaba placenteramente, sin arrepentimiento, pero algo no
andaba bien.
La señora Toradel, me preguntó si mi tránsito intestinal iba bien
después de tantas hamburguesas callejeras y hot dogs con sabor a plástico. Sólo
pude contestar con una salpicadera de salsa en su rostro. Mi respuesta no fue
definitiva; era una advertencia a tal acoso.
Mira señorita, soy sólo un animal, me acorrala en una esquina de tan
vasto cielo raso y no puede esperar un gesto amable de mi parte; sin embargo,
le ofrezco la oportunidad de emitir una disculpa, para poder de igual forma,
disculparme con usted por tan deplorable comportamiento.
La señora no respondió, parecía con la boca ocupada. Saltó sobre sus
tacones de veinte centímetros, despegó, se alejaba a gran velocidad por el
horizonte bermellón y nunca más la volví a ver, ni ayer, ni hoy y no creo que
suceda mañana.
Primera
anotación en años. MIRANDA3X86, bitácora de Caminante Contaminante. 2015.