[…]-Señor Samsa -exclamó
entonces el apoderado levantando la voz-. ¿Qué ocurre? Se atrinchera usted en
su habitación, contesta solamente con sí o no, preocupa usted grave e
inútilmente a sus padres y, dicho sea de paso, falta usted a sus deberes de una
forma verdaderamente inaudita. Hablo aquí en nombre de sus padres y de su jefe,
y le exijo seriamente una explicación clara e inmediata. Estoy asombrado, estoy
asombrado. Yo le tenía a usted por un hombre formal y sensato, y ahora, de
repente, parece que quiere usted empezar a hacer alarde de extravagancias
extrañas.
[…]Naturalmente, al padre, en su actual
estado de ánimo, ni siquiera se le ocurrió ni por lo más remoto abrir la otra
hoja de la puerta para ofrecer a Gregorio espacio suficiente. Su idea fija
consistía solamente en que Gregorio tenía que entrar en su habitación lo más
rápidamente posible; tampoco hubiera permitido jamás los complicados preparativos
que necesitaba Gregorio para incorporarse y, de este modo, atravesar la puerta.
Es más, empujaba hacia delante a Gregorio con mayor ruido aún, como si no
existiese obstáculo alguno. Ya no sonaba tras de Gregorio como si fuese la voz
de un solo padre; ahora ya no había que andarse con bromas, y Gregorio se
empotró en la puerta, pasase lo que pasase. Uno de los costados se levantó,
ahora estaba atravesado en el hueco de la puerta, su costado estaba herido por
completo, en la puerta blanca quedaron marcadas unas manchas desagradables,
pronto se quedó atascado y sólo no hubiera podido moverse, las patitas de un
costado estaban colgadas en el aire, y temblaban, las del otro lado permanecían
aplastadas dolorosamente contra el suelo.
La metamorfosis – FRANZ KAFKA – Alemania (1915)