sábado, 25 de octubre de 2014

De antaño!




Una de las mejores caricias que durante mi vida he experimentado, ha sido la de una cucaracha que me sorprendió al haber levantado una madera podrida y habérmela llevado al hombro.


Recuerdo sus delicadas patas con esas pequeñas espinas sensoriales rozando mi piel. Mis vellos recibían cada estímulo mientras mi cerebro registraba los más mínimos detalles.

Tenía un color marrón, negro y ámbar, una hermosa combinación de noche.


Cada que veo ahora pasar una sombra en cualquier rincón de mi habitación, la recuerdo. Espero el día en que vuelva a aparecer de nuevo. Quizá en las noches, es ella quien muerde mis labios dejando cicatrices y grietas en mi boca.

Miranda Cómo me convertí en un asesino mental - 2008

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